Leyendas del Camino de Santiago
Las leyendas relacionadas con el Camino de Santiago llegaron a
ser muy populares entre los peregrinos y divulgadas oralmente, casi siempre en
reuniones nocturnas de después de la cena, al amor de la lumbre en los días fríos
o bajo las estrellas en el buen tiempo. Muchas de esas leyendas están recogidas
en códices de los monasterios, en el Codex Calixtinus de Aymeric Picaud y en
otros documentos. Al ser recogidas de una tradición oral, en muchas de ellas se
dan distintas versiones y más de una localidad reclama para sí el suceso del
milagro.
Las más famosas y que se siguen contando entre los peregrinos
del siglo XXI son las que se exponen a continuación.
La Canción de Roldán
En torno al año 778, me encontraba yo, Carlomagno, aguardando la
sumisión de Zaragoza, con lo que no fue para mí una sorpresa recibir en
mis dependencias a emisarios del rey zaragozano Marsil, que portaban
consigo un mensaje de paz.
Como respuesta, consagré a Ganelón la tarea de llegarse hasta
Zaragoza para que aceptara la propuesta de Marsil, y habiendo logrado
nuestro objetivo, decidí que mi ejército y yo mismo podíamos retornar a
Francia.
Así dispuse que mi fiel Roldán ostentara el estandarte que le
acreditaba como jefe de la retaguardia mientras emprendíamos el regreso a
nuestro añorado hogar.
Todo estaba en orden, hasta que un día mientras jugaba una
partida al ajedrez, escuché el escalofriante sonido del olifante de mi querido
Roldán. Me quedé paralizado pues supe al instante que algo horrible debía estar
pasando, pero Ganelón me intentó disuadir haciéndome creer que nuestro osado
Roldán estaría dedicándose a otros menesteres, como la caza, y que seguramente
no necesitaría ayuda.
Las palabras de Ganelón no me tranquilizaron, y una fuerza en mi interior me
llevó hacia el lugar donde debían encontrarse los caballeros de mi ejército. Al
llegar al desfiladero de Roncesvalles, comprendí cuál había sido la causa de mi
tormento, y allí encontré la tierra rociada con la sangre de mis pares,
desolada y sembrada con sus cuerpos.
No podía entender lo que había ocurrido, pero una súbita sonrisa llena de
malicia en el rostro de Ganelón me indicó que sin lugar a dudas, él estaba al
tanto de cuanto allí había acaecido. Aquel detestable ser que quería ver muerto
a su propio hijastro Roldán, había conspirado contra mí y se había aliado con
Marsil.
Juré que devolvería diente por diente y consagré toda mi energía a perseguir
al ejército zaragozano hasta que logré destruirlo y Zaragoza cayó rendida
a mis pies. En cuanto al despreciable Ganelón, sólo puedo decir que recibió lo
que merecía y tras un justo juicio fue descuartizado en Aix.
Así fue cómo logré vengar la memoria de mi ejército. Y la historia quiso que
todos estos eventos quedaran plasmados en la memoria popular; así se recuerdan
en uno de los poemas épicos medievales más conocidos: “La Chanson de Roland” o
“Cantar de Roldán”.
Leyenda del Puente de Zubiri.
El Puente de la Rabia
Puestos sobre una mula y acompañados del festivo cortejo
episcopal, los restos santos se encaminaron en procesión hacia la catedral del
reino a Pamplona. Al llegar al lugar de Burlada, la mula se detuvo y no hubo
forma humana capaz de hacerla avanzar. Concluyó el cortejo que era decisión de
lo Alto que Santa Quiteria permaneciera para siempre en aquella villa caminera
y allí se depositaron sus reliquias.
Respecto al pilar central de nuestro querido puente de Zubiri, desde entonces
hasta ahora ha ejercido su función sanadora de la rabia a lo largo de los
siglos. Animales y humanos han curado o prevenido la enfermedad rodeándolo, y
según se cuenta, no ha perdido su virtud taumatúrgica hasta el día de hoy.
Leyenda de San Virila. (Narrada por el Abad San Virila)
Por aquel entonces, me sentía yo atormentado a causa del dilema
de la eternidad y las dudas me asaltaban sin cesar. Rogaba a Dios,
Nuestro Señor, para que me ilustrara acerca de este misterio y encendiera
la luz en mi corazón. Una tarde de primavera, como lo hacía
habitualmente, salí a pasear entre los frondosos árboles de la sierra de
Leyre.
Fatigado, me senté a reposar junto a una fuente, y allí
permanecí absorto e hipnotizado escuchando el hermoso canto de un
ruiseñor.
Tras lo que para mí fueron unas horas, retorné al monasterio, mi hogar. Al
rebasar la puerta principal, ningún hermano monje me resultaba familiar.
Deambulé por las distintas dependencias, sorprendiéndome con cada detalle y comprendiendo
que algo extraño estaba sucediendo.
Al darme cuenta de que nadie me reconocía, me dirigí al Prior, quien atónito,
escuchó mi historia con atención. Nos encaminamos a la biblioteca para intentar
descifrar este enigma y revisando antiguos documentos, descubrimos que “hacía
trescientos años, un monje santo, llamado San Virila, había gobernado en el
monasterio y había sido devorado por unas fieras en uno de sus paseos
primaverales”.
Con lágrimas en mis ojos, comprendí que ese monje era yo y que Dios, por fin,
había escuchado mis plegarias.
Leyenda de Sigurd
El viajero que se detiene frente a la portada de Santa María la
Real de Sangüesa, encuentra diversas esculturas que relatan la leyenda
nórdica de Sigurd, que sin duda llaman su atención. Yo, el cantero
anónimo que tuve la destreza de tallarlas voy a explicarles su origen y
su sentido.
Odín había encargado a los gigantes la construcción de un puente
que comunicara el Valhalla con la tierra y ellos, a cambio, pidieron que
se les entregara a Freya, símbolo de la fecundidad y la belleza, e hija
predilecta de los dioses.
Para no pagar tan alto precio los dioses negociaron duramente y consiguieron
que los gigantes exigieran en su lugar el legendario tesoro que los
enanos nibelungos habían extraído a lo largo de generaciones de las aguas
auríferas del Rhin. Una vez concluida la obra y cumplida su voluntad, los
gigantes introdujeron el tesoro en una caverna bajo la custodia del sanguinario
dragón Fafner.
Mime, uno de los más sabios entre los enanos, supo de la muerte del rey
Sigmundo, héroe de los voslungos, y consiguió ser maestro de su pequeño
huérfano Sigurd, a quien educó para la lucha.
Cuando éste fue ya un joven fornido, le entregó los fragmentos de la espada de
su padre, la mágica Gram, y le impuso como primera misión y prueba iniciática,
la muerte del dragón Fafner.
El joven héroe fraguó de nuevo la espada con la ayuda del herrero-mago Regín,
quien enseñó al mozo algunos de los secretos para la lucha con los dragones. Y
de tal modo, Sigurd hirió a Fafner en el cuello a la primera acometida, cayendo
por la violencia del choque algunas gotas de sangre del dragón en su boca. Esto
hizo que, de pronto, el héroe comprendiera el lenguaje de las aves que le
revelaron que si se bañaba en la sangre del reptil se haría invulnerable.
Asimismo le confesaron la existencia del tesoro que hasta entonces se le había
ocultado por los enanos y la intención de Mime de hacerle matar a su regreso.
Sigurd se sumergió, naturalmente, en la sangre del dragón, pero durante el
baño, la hoja de un tilo otoñal cayó en su espalda, dejando un espacio
vulnerable que sería decisivo en el transcurso de la leyenda. Después de matar
a Mime, el héroe buscó a Regín y cumplió el precio que el herrero le había
solicitado a cambio de su trabajo, el corazón de Fafner.
Y así comenzó la historia de sus aventuras que, mucho más tarde, las óperas de
Wagner harían tan populares.
Leyenda de Eunate-Olcoz. (Narrada por un maestro cantero)
Habiéndome sido encargada la talla del pórtico de Santa María de
Eunate, me sentía pletórico y halagado. Decidí recluirme para sentir la
inspiración divina y así poder realizar una obra maestra, pero al volver,
hallé que un gigante cantero dotado de poderes sobrenaturales, que ya
había concluido el trabajo que me había sido encomendado.
Indignado, me dirigí al Abad, quien haciendo caso omiso a mis
explicaciones, me dio a entender que mi ausencia había sido considerada
como una falta de respeto hacia los monjes y hacia él mismo. Como
castigo, me mandó esculpir una obra pareja, que debería finalizar en el mismo
plazo empleado por el gigante cantero: ni más ni menos que tres días.
Desesperado ante la magnitud de la encomienda, me adentré en el bosque decidido
a invocar al diablo. Sin embargo, fue la bruja Laminak quien, compadeciéndose
de mí, me confió el secreto mágico que resolvería mi problema.
Siguiendo sus consejos, me hice con la piedra de Luna que una gran serpiente
guardaba en su boca, pues me informó que la depositaría en la orilla del río la
noche de San Juan.
Con la luz de la luna reflejada en la piedra, el cáliz y el agua del Nequeas,
ví sorprendido como se obraba el milagro. No obstante, algo falló y la portada
surgió invertida, como reflejada en un espejo. El pueblo quedó maravillado y el
gigante cantero, invadido por la ira, pegó tal patada a mi obra, que ésta fue a
parar a una población cercana.
Quienes no puedan resistir su curiosidad, deben saber que pueden admirar hoy mi
obra en la iglesia de Olcoz, y la misma portada pero opuesta, en la iglesia de
Santa María de Eunate.
Leyenda de Guillén y Felicia
Sucede y se cuenta sobre todo en Obanos (El
Misterio de Obanos Navarra).
(Narrada por Guillén)
Cada mañana, al despertar, mi apreciada hermana Felicia y yo,
Guillén, salíamos a pasear por los jardines de palacio en Aquitania y
compartíamos sueños acerca del día en que ella contrajese matrimonio con
un poderoso noble, garantizando así las riquezas de nuestro ducado.
Siguiendo la tradición familiar de peregrinar a Santiago, como un día hiciera
Guillermo X, Felicia nos anunció que también ella deseaba emprender la
ruta jacobea antes de desposarse, y así lo hizo. Pero de regreso a casa,
sintiendo en su alma el ansia de la ayuda al prójimo, decidió quedarse
recluida como sirvienta en una pequeña localidad navarra, llamada Amocáin.
Al enterarme de su decisión, fue tal el despecho y el coraje que sentí, que en
cada rincón de palacio se escucharon mis gritos. Sin poder controlar mi
desesperación, fui en su busca. Al encontrarla, y ante su negativa de regresar
a palacio conmigo, una incontrolable furia se apoderó de mí y acabé con su
vida. Angustiado y arrepentido, emprendí mi peregrinación a Santiago implorando
perdón. De vuelta a mi hogar, desconsolado, decidí levantar una ermita en el
alto de Arnotegui, donde quedaría orando en soledad el resto de mis días.
El cuerpo de mi hermana, fue trasladado a una localidad próxima llamada
Labiano, donde a sus gentes, desde entonces curan sus dolores de cabeza
venerando sus reliquias. Hoy es el día en que aún lloro la pérdida de mi
querida Felicia.
El pajarito y la Virgen. (Leyenda del Txori)
Sucedió en la ciudad de Puente la Reina, lugar en que confluyen
los dos Caminos que vienen desde los Pirineos: el de Somport y el de
Roncesvalles.
En el puente de los peregrinos, aquel que fue mandado edificar
por la reina doña Mayor, esposa de Sancho III el Mayor, de Navarra, en un lugar
de difícil acceso, había una imagen dela Virgen. En las fechas en que se
celebraba algo importante para la propia ciudad o para el resto de Navarra
llegaba un pajarillo que mojaba sus alitas en el río y con ellas lavaba la
imagen y luego con el pico quitaba la restante porquería.
Puente la Reina 1834. En época de la primera guerra carlista,
fui llamado una mañana por el Conde de Viamanuel, general del ejército
isabelino, para acompañarle en su paseo matutino. Montamos en nuestros caballos
y recorrimos las calles de la ciudad. Alaproximarnos al puente románico que da
nombre a la localidad, observamos cómo una algarabía de lugareños reunidos
miraba absorta la imagen de la Virgen del Puy.
Invadidos por la curiosidad, nos acercamos y descubrimos que la causa de tal
admiración no era otra que la ilusión con la que el “pajarico” limpiaba el
rostro de nuestra adorada Virgen. Resultaba todo un espectáculo observar cómo
“el txori” recogía agua con su pico sin cesar y con la ayuda de sus alas
quitaba con mimo las telarañas de la Virgen.o
A punto estaba de unirme al inmenso júbilo de la gente, cuando escuché las
estrepitosas carcajadas del conde burlándose del pájaro y de la admiración que
le profesaba el pueblo. Ofendidos e indignados, los puentesinos le abuchearon y
al sentir el desprecio del pueblo dio media vuelta y se alejó.
Observé que mi señor se encontraba encendido por la ira. Sin embargo, no podía
dar crédito a lo que sucedió horas más tarde: el conde junto con algunos
guardias, hicieron tronar sus cañones simulando que estábamos siendo atacados por
el general Zumalacárregui. Al caer el sol, dio por terminada la farsa, que no
había perseguido otro fin que la de vengarse de los puentesinos. Pero a pesar
de sus artimañas, el conde no consiguió eliminar ni un ápice de la devoción
popular.
Cuando dos semanas más tarde fue derrotado por las tropas de Zumalacárregui en
las peñas de San Fausto y fusilado por las tropas tradicionalistas, los
puentesinos convinieron que se trataba de un justo castigo del cielo por
mofarse del querido “txori”.
Leyenda del Brujo de Bargota
Siendo yo un niño solía jugar con mi hermano y
amigos junto a la charca de Viana, conocida hoy como La laguna de las Cañas. En
torno a sus aguas, se creía que brujos de toda la comunidad se reunían para
realizar conjuros e invocar al diablo, pero los niños nunca habíamos osado
preguntar cuanto de verdad había en aquellas historias.
Una noche, mi hermano me convenció para esperar
despiertos y observar… No pude contener mi pavor cuando, al mirar hacia el
cielo, varias siluetas mágicas surcaron el firmamento en dirección de la charca
de Viana.
Al llegar a casa me escondí aterrado bajo las
sábanas, y cuando mi hermano estaba tratando de consolarme, como si una fuerza
se hubiera apoderado de él, salió repentinamente de la habitación. A pesar de
mi desasosiego, salté de la cama y le seguí. Nos adentramos en la oscuridad de
la noche y enfilamos anhelantes hacia la laguna. Escondidos entre la maleza
descubrimos espantados cómo varios brujos bailaban alrededor un intenso fuego
mientras recitaban ininteligibles frases. De entre todos, pudimos reconocer a
Juanes, vecino del pueblo que según las malas lenguas, siempre había anhelado
ser proclamado sacerdote.
Días después, comenzó a rumorearse que El Brujo de Bargota, como
apodaban a Juanes, había invocado una noche al diablo y se había servido de
malvados geniecillos para lograr levantar su casa en una sola noche. Y aunque
nosotros habíamos sido testigos de todo aquello, no osamos confesarlo y se
convirtió en nuestro secreto mejor guardado.
Años más tarde, tras la celebración del juicio de Juanes por el Tribunal de la
Inquisición de Calahorra, mi hermano quiso hacer de aquella vieja casa su hogar
. Pero pronto tuvo que abandonarla pues los gritos ensordecedores del brujo le
despertaban cada noche helándole la sangre.
Aún hoy, si observa detenidamente el cielo, descubrirá la silueta del Brujo de
Bargota, sobrevolando el pueblo de Viana…